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Todos conocemos los beneficios de incluir los juegos en nuestras aulas (el Game-based Learning), y también estamos más que familiarizados con los artículos y estudios que documentan sus beneficios en el desarrollo del aprendizaje en nuestro alumnado. Los juegos desarrollan una amplia variedad de habilidades, incluyendo las habilidades sociales, emocionales, culturales, intelectuales y críticas. Dado su carácter multimodal, pueden potenciar la comprensión y expresión escrita; y para el aprendizaje de otras lenguas los juegos permiten ofrecer experiencias inmersivas en las que el alumnado encuentra un entorno cuasi-auténtico en el que aprender y practicar las capacidades lingüísticas que está aprendiendo.

Pero para que podamos lograr todos esos beneficios de la inclusión de los juegos en nuestras aulas, ésta debe estar muy bien organizada tanto en sus objetivos como en su diseño. Para llevar esto a cabo con éxito podemos apuntar algunos pasos previos:

  1. Determinar claramente el objetivo que queremos conseguir o trabajar con la introducción del juego. Para facilitar esta tarea suele ser de ayuda plantearse cuándo queremos utilizarlo: como introducción a un determinado contenido, como consolidación de lo ya trabajado en él, como refuerzo del mismo, como ampliación o como repaso y autoevaluación; este tipo de planteamiento facilita mucho la tarea de seleccionar adecuadamente el juego y programar su uso de una manera eficaz.
  2. Probar el juego antes de proponerlo a nuestro alumnado, para estar seguros de que es lo que esperamos y necesitamos que sea. Además, suele ser útil fijarnos en características tales como el control que ofrece al profesorado, su facilidad de juego, la motivación que aporta al jugador, los contenidos «colaterales» que implica o los distintos niveles de dificultad que pueda tener dentro del contenido que hemos seleccionado.
  3. Dedicar el tiempo suficiente en clase al juego. Si programamos un juego pero no contemplamos adecuadamente su temporalización en el aula solo conseguiremos frustrar al alumnado (que no podrá completarlo, con lo que no será una experiencia enriquecedora) y a nosotros mismos (que no obtendremos los beneficios de su aplicación que esperamos al programarlo). 
  4. Debemos recordar que observar y evaluar el desarrollo del juego nos permitirá obtener una información muy valiosa sobre el grado de logro de nuestro objetivo inicial, permitiéndonos volver sobre aquello que no se haya adquirido suficientemente y tener evaluaciones puntuales del desarrollo del aprendizaje por parte del alumnado. Prever esta observación y sistematizarla puede resultar muy útil.

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