El parón educativo que supuso el confinamiento del curso 2019 2020 ha sido completamente disruptivo para todos los miembros de la comunidad educativa, incluidos aquellos docentes que han estado trabajando de manera continua para conseguir superar los retos y problemas que ha supuesto la pandemia. El curso 20-21 no ha solucionado estos problemas en absoluto. Todos los miembros de la comunidad educativa, alumnado, familias y docentes, han estado luchando contra el estrés, la ansiedad y el trauma, y en este contexto las estrategias de aprendizaje socio-emocional se han convertido en imprescindibles. Pero, ¿a qué llamamos aprendizaje socio-emocional?
Definimos el aprendizaje socio-emocional como el proceso a través del que se adquieren y aplican los conocimientos, las actitudes, y las competencias necesarias para comprender y manejar las emociones, elegir y lograr objetivos positivos, sentir y mostrar empatía por los demás, establecer y mantener relaciones positivas, y tomar decisiones responsables.
Con esta definición es evidente que el aprendizaje socio-emocional siempre es importante, pero se ha convertido en prácticamente imprescindible a medida que la pandemia ha ido avanzando. Nos ha mostrado la necesidad del aprendizaje socio-emocional para cuidar de nosotros mismos, de nuestro alumnado, y, en general, de toda la comunidad educativa. Hemos aprendido que debemos explotar al máximo nuestra empatía, resiliencia, relaciones positivas, y trabajo cooperativo, para ser capaces de resolver de la mejor de la mejor manera posible todos los problemas y daños que esta pandemia está generando, nos está generando, y para poder, asimismo, reenfocar y en cierta medida reconstruir nuestra organización educativa.
Al principio del curso 19-20 muy pocos de nosotros trabajábamos conscientemente el aprendizaje socio-emocional, aunque era una tendencia creciente; a medida que los niveles educativos son más altos, se piensa más en el aprendizaje, los contenidos, y los resultados, que en el bienestar social emocional de la comunidad educativa. Sin embargo en estos últimos meses nos hemos vuelto brutalmente conscientes de que los traumas externos, las brechas sociales, digitales y emocionales, o los problemas psicológicos y afectivos, tienen un profundo impacto en el funcionamiento académico, tanto para el profesorado y su capacidad docente, como para el alumnado y su proceso de aprendizaje. Y muchos de nosotros hemos llegado a estar completamente exhaustos sin siquiera notarlo después de intensivas y larguísimas horas sentados frente a las pantallas, en sesiones de vídeo grupal, multi conferencias, trabajo operativo online… Cada vez estamos más estresados y con más signos de ansiedad; para los docentes es cada vez más complicado desarrollar su trabajo de una manera adecuada en estas condiciones; para el alumnado empieza a ser casi imposible desarrollar los aprendizajes propuestos, terminar los trabajos, alcanzar los objetivos. Y además hemos descubierto que esta presión es acumulativa, no va desapareciendo, sino que cada pequeña cosa va sumando en nuestra contra. Y a este desolador paisaje podemos sumarle, además, los problemas añadidos que suponen las distintas brechas: la social, la familiar, la digital, y por supuesto, las meramente personales e individuales.
A medida que esta situación se ha ido desarrollando, cada vez más docentes hemos ido siendo conscientes de la importancia del aprendizaje socio emocional, de su implementación en nuestro trabajo diario. La pregunta quizás es cómo encajarlo dentro de nuestro funcionamiento docente, programado y centrado hasta ahora principalmente en muchas otras cosas. Quizás en el fondo la manera más fácil sea marcar unas pocas prioridades que, con respecto al aprendizaje socio-emocional, supongan puntos imprescindibles para un adecuado desarrollo del proceso de enseñanza aprendizaje. A continuación os proponemos algunas:
- Reconectar y relacionarnos. Después de estos dos últimos cursos, con sus restricciones, confinamientos, y digitalizaciones, lo que más se ha resentido en términos de funcionamiento diario es nuestra manera de relacionarnos. Si lo planteamos desde el punto de vista del alumnado, muchos están socialmente aislados, y otros simplemente se han desconectado tanto del aula como del aprendizaje. Una de las primeras cosas que nos tenemos que plantear es trabajar para conseguir que todos reconectemos social y emocionalmente con el entorno educativo, en todos sus ámbitos, y que volvamos a establecer relaciones sociales significativas entre nosotros. Sin esas dos cosas, sabemos que nuestra calidad de enseñanza y su calidad de aprendizaje se ven seriamente comprometidos.
- Recuperar la calidad de la relaciones. A estas alturas nos hemos dado cuenta de que todas las interrelaciones entre los miembros de la comunidad educativa se han resentido. Algunas incluso han desaparecido. Pero también nos hemos dado cuenta de que sin ellas nuestro trabajo no funciona. Es evidente, por tanto, para poder hacer un adecuado desarrollo académico, debemos sanar nuestras relaciones primero. Estamos hablando de la relaciones personales con los alumnos, de la relaciones del alumnado entre sí, de la relaciones individuales con las familias, de la relaciones de las familias entre sí, como colectivo. Sin todas estas interacciones nuestro trabajo no funciona en muchos casos en absoluto, y en otros muchos se ve seriamente dañado.
- Priorizar el contacto con la realidad. La escolarización virtual tiene la capacidad de aislarnos. El paso de la escolarización virtual a la presencial o a la semi-presencial ha hecho que en muchos casos perdamos el contacto con la realidad, con el funcionamiento diario, la conexión. La única manera que tenemos de conseguir mantener el contacto con la realidad en esta maraña de funcionamientos que van cambiando es generar la mayor cantidad de interacciones estrictamente sociales entre los miembros de la propia comunidad educativa, para evitar dentro de lo posible los aislamientos y los funcionamientos automáticos y emocionalmente desconectados.
- Establecer rituales positivos. Muchos docentes en estos meses han empezado a utilizar técnicas de relajación, el yoga en el aula, las meditaciones dirigidas, o las actividades meramente sociales como inicio de sesión o incluso como parte de las actividades propuestas. Y se están demostrando tremendamente eficaces en estos contextos tan difíciles. Algo sobre lo que debemos reflexionar seriamente.
- Rediseñar las actividades. Evidentemente y con estas pistas de las que estamos hablando, es imprescindible plantear y desarrollar las actividades de aula de una manera diferente, porque es la única forma de integrar todo esto en nuestra vida diaria, en cualquier situación de virtualización (mayor o menor) en la que nos encontremos, dentro de nuestras aulas. Esto supone plantear más actividades en equipo, más autoevaluaciones, más autoaprendizaje, probar distintas técnicas de trabajo, de exposición, de desarrollo, que permitan a nuestro alumnado expresarse y relacionarse en un entorno tan duro como el que están teniendo los últimos cursos de maneras distintas, enriquecedoras y estimulantes.