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Todos los que tenemos experiencia docente hemos comenzado una conversación sobre un determinado alumno que nos preocupa hablando de que es «inseguro» o que tiene un «autoconcepto muy bajo» como fuente inicial de los problemas que queremos resolver: tenemos clara la relación. En el post de hoy vamos a acotar un poco los términos y a ofrecer algunas ideas para ayudar a nuestro alumnado a mejorar en este tipo de problemas.

¿Qué entendemos por funcionamiento escolar? El funcionamiento escolar, o académico, incluye cómo (cuantitativamente) funciona un determinado alumno en distintas tareas, trabajos o competencias, incluyendo los procedimientos y actitudes con los que los desarrolla. Evidentemente, influyen multitud de variables, tales como la motivación, el cansancio, las distracciones, o las expectativas del entorno (familiar o escolar), que van cambiando en distintos momentos.

Pero por encima de todas estas variables está el autoconcepto. ¿Qué entendemos por autoconcepto? Está relacionado con la identidad y con la autoestima, así como con la autoimagen, pero no son, ni mucho menos, sinónimos. El autoconcepto es como cada uno se percibe a sí mismo en cuanto a pensamientos e ideas, da forma a la identidad y establece los límites de la autoestima. Evidentemente, tiene una relación muy estrecha con cómo se relaciona y cree que le perciben los demás y marca todo lo que el individuo cree que puede hacer (o no puede hacer).

Llegados a este punto, nos reafirmamos en la idea de la importancia del autoconcepto en el desarrollo del funcionamiento escolar y, por tanto, en la relevancia de ayudar a nuestro alumnado a desarrollar un autoconcepto positivo. La manera más evidente es mostrar interés por las interacciones del alumnado, su progreso en los aprendizajes y sus características individuales; debemos crear un ambiente y un contexto en el que el alumnado se sienta positivamente valorado, intentando resaltar las características positivas individuales que puedan ser de ayuda en el desarrollo y afianzamiento de un autoconcepto positivo.

Pero vamos a intentar concretar un poco más con algunas ideas concretas que puedan ser de ayuda en nuestra vida diaria dentro del aula:

  • Asegurarnos de que todo el alumnado sabe lo que tiene que hacer en cada tarea.
  • Organizar las sesiones de trabajo articulando siempre un tiempo que permita que el alumnado que encuentre alguna dificultad pueda recibir la ayuda individualizada que necesite para terminar las asignaciones con éxito.
  • Conocer los estilos de aprendizaje de nuestro alumnado para ofrecer alternativas en todos ellos regularmente, de modo que nadie se sienta en desventaja o excluido.
  • Terminar las tareas difíciles o que sabemos que pueden generar problemas con unos minutos de trabajo por parejas (fomentando la tutorización entre iguales).
  • Dividir las tareas largas o más complicadas en otras más cortas y accesibles, ofreciendo feedback y refuerzo positivo al final de cada parte, así como reflexión del trabajo realizado y refuerzo positivo al finalizarlas por completo.
  • Organizar la colocación del alumnado de manera que se favorezcan las interacciones entre iguales que puedan ser complementarias en el desarrollo del trabajo de clase, minimizando las distracciones en los momentos clave de explicaciones o mayor necesidad de atención.
  • Elogiar positivamente siempre los logros académicos del alumnado y la responsabilidad en la realización de las tareas.
  • Acordar con el alumnado el nivel de logro de las tareas, reconociendo positivamente cada vez que se cumpla el acuerdo.
  • Observar al alumnado con más dificultades para determinadas tareas: si logramos saber dónde están las dificultades antes de que se conviertan en problemas tendremos una gran parte del trabajo hecho.
  • Realizar determinadas tareas de manera repetitiva hasta estar seguros de que el alumnado ha interiorizado los procesos relevantes y necesarios para que pueda seguir construyendo su aprendizaje con perspectivas de éxito.
  • Facilitar al alumnado guías visuales con secuencias de tareas difíciles, para que puedan seguir todos los pasos sin perderse.
  • Elegir al alumnado para corregir actividades cuando sabemos que la actividad va a suponer un refuerzo positivo y reconocerlo frente al grupo-clase.
  • Permitir y dar tiempo para que el alumnado utilice ayudas para realizar o corregir antes de dar por terminadas determinadas tareas (uso de diccionarios, calculadoras, guiones de tareas, pruebas de operaciones matemáticas, etc.).

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