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Todos los que llevamos varios años en las docencia tenemos momentos, o incluso a veces temporadas, en las que nos sentimos superados, aburridos, o faltos de motivación. Es en estos momentos cuando debemos recurrir aquellas estrategias o metodologías de aula que nos permiten mejorar la motivación de nuestro alumnado, la dinámica de las clases, y por ende, nuestra implicación en las mismas.

En el Post de hoy vamos a recordar algunas de las distintas metodologías que podemos incluir en el diseño de nuestras sesiones para lograr estos objetivos. Como siempre no no están todas las posibilidades, sino simplemente algunas de las que en general los docentes utilizamos con más frecuencia.

Introducir el constructivismo como filosofía en las aulas suele dar un resultado positivo. En muchas ocasiones tenemos una cierta tendencia a llevar todo el peso del trabajo de aula, convirtiéndolo en algo tedioso, monótono, y pasivo para el alumnado. Sin embargo, nuestros alumnos tienen una facilidad natural para preguntar, para buscar respuestas, y para integrarlas en lo que ya conoces. Nuestro diseño de sesión, o incluso nuestras programaciones didácticas, deben recordar y contener parte de esta base constructivista que permite que el alumnado tenga un papel activo en el desarrollo de su propio aprendizaje. Debemos asegurarnos para ello de diseñar actividades que promuevan el pensamiento independiente, así como de plantear las tareas o los temas de manera que el alumnado pueda iniciar su aprendizaje a partir de ellas. Promovemos así no solo una mayor motivación e implicación del alumnado en las clases, sino también un aprendizaje mucho más profundo y significativo.

Otra cosa que debemos recordar a la hora de diseñar nuestras programaciones y nuestras sesiones de aula es fomentar la actividad del alumnado, las interacciones. Esto no solo implica incrementar su autonomía de trabajo, o su capacidad de decidir distintos itinerarios dentro del mismo, sino que afecta también a la organización del aula, a la interacción que promovemos o desarrollamos entre los alumnos o entre el alumnado y el docente, e incluso, al movimiento físico que se Durante el desarrollo de la clase.

A menudo hacemos del proceso de enseñanza aprendizaje un trabajo básicamente unidireccional en el que el aprendizaje será del docente al alumno. Dejamos de lado de esta manera uno de los mayores y más potentes motores de aprendizaje dentro de un aula: el aprendizaje entre iguales. Muy relacionado con los dos puntos anteriores el aprendizaje entre iguales permite fortalecer las relaciones sociales, las interacciones en el desarrollo del pensamiento, y la profundidad del aprendizaje. Tener la oportunidad de observar, comprender, e imitar no solamente el pensamiento o el proceso lógico expuesto por el docente, sino también el de otros alumnos, supone un proceso enormemente enriquecedor en todos los aspectos. Evidentemente, esto puede incluir desde el trabajo por parejas hasta los proyectos colaborativos abarcando un enorme abanico de muy diversas posibilidades.

Y por supuesto, no podemos olvidar la reflexión del propio trabajo docente.

Quizás lo más valioso, lo más importante, de todos los procesos que podemos llevar a cabo de este tipo, es la reflexión que como docentes hacemos, con tranquilidad, del trabajo que hemos hecho, lo que nos ha gustado y lo que no, y lo que podría o no podría funcionar en cada clase concreta y con cada alumno específico. Y no debemos plantearlo como una crítica, ni como una demostración de nuestra falta de profesionalidad, sino muy al contrario, como la base que nos permite mejorar y adecuar nuestro trabajo a la realidad específica que tenemos en cada momento.

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