La organización del tiempo y el contenido de las clases es algo que programamos sistemáticamente y muchas veces dejamos atrás para seguir con una rutina que, además, se ve modificada por infinidad de variabilidades, intrínsecas y extrínsecas, imposibles de acotar (el clima, si el alumnado está motivado o no, incidencias en clases anteriores, o incluso el humor del que estamos ese día, actividades programadas en las cercanías, reflexiones o preguntas del alumnado que quedaron pendientes o han surgido desde la última clase, etc). Pero, además de eso, perdemos de vista algunos datos importantes que, aunque conocemos en su generalidad, no solemos manejar en el día a día.
Según un informe de la OCDE (Talis, 2009), en España la falta atención en el aula y el tiempo desconexión con la tarea que se pierde en aspectos como mantener el orden o en tareas administrativas (como por ejemplo pasar lista) comprende entre un 25 y un 30% del total de tiempo de la clase.
Diversos estudios señalan quela capacidad de atención del alumno en primaria es de aproximadamente 10 a 15 minutos. Durante el inicio de la clase existe un mayor nivel de concentración y energía por parte del alumno, y a medida que la clase transcurre este nivel disminuye.
Con esa información en mente, vamos a plantear algunas pautas básicas como teoría de optimización de tiempos:
- Conviene programar el horario para establecer la asignaturas que exigen mayor esfuerzo en las primeras horas de la mañana, aunque todos aquellos que alguna vez se hayan asomado a la organización de horarios saben que eso es imposible en términos absolutos.
- Los bloques de tiempos de las clases deberían ser de unos 15 minutos de duración para optimizar los periodos de atención.
- Dependiendo de la metodología utilizada en clase, una posible organización sería la de comenzar con un bloque orientado a informar, dar instrucciones o instrucción a través de clase magistral para ir incrementando la participación del alumno y la colaboración en grupos a medida que avanza la clase.
- Es importante establecer pausas en el uso de la atención en el aula. Permiten refrescar y retomar una nueva tarea con mayor energía. Es en este punto donde toman especial relevancia los descansos activos, de los que ya hemos hablado en este blog.
En general, la idea es partir del efecto de primacía reciente (los lapsos de atención son más altos al inicio y al final de un periodo, no a la mitad) para que los contenidos importantes se den al inicio del periodo u lección; en el medio se trabaje de manera activa con los estudiantes, para que ellos reflexionen; y al final se haga una conclusión recordando todo lo aprendido. Cómo y en qué se traduzca esa base depende de la metodología, organización y casuística de cada aula. Como todo en este ámbito.