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La enseñanza es una de las profesiones más agotadoras, puesto que quienes se dedican a ella implican en su desarrollo gran parte de su energía y su tiempo. Se habla mucho de los profesores «quemados», refiriéndose a aquellos que ya no son capaces de seguir abarcando su enorme carga de trabajo o a quienes ya no tienen expectativas positivas respecto al mismo. Los profesores se ven atacados en su misma base al no sentirse valorados por sus contribuciones, nivel de implicación o calidad de trabajo, y por un sistema que valora principalmente las estadísticas de los resultados.

Hay estudios que hablan de un 93 % de profesores de enseñanza básica (infantil y primaria) que experimentan un elevado nivel de estrés en su trabajo, así como de un 46 % de todos los niveles educativos que hablan de un alto nivel de estrés diario. Todo esto afecta a su salud, su sueño, su calidad de vida y, por lo tanto, a su calidad de trabajo. Todos hemos leído artículos que hablan del alto nivel de abandono de la profesión del profesorado en distintos países, o de que entran menos profesores en el sistema de enseñanza de los que salen por distintos motivos de él.

En este blog hemos publicado artículos hablando de la calidad de vida del profesorado, de la incidencia de las familias y su implicación (o su falta de ella) en el proceso como fuentes de estrés en los docentes, y de la importancia del autocuidado para estos profesionales, que son la base imprescindible del éxito educativo. Pero, ¿se puede hacer algo más?

Hay un movimiento que está promoviendo el autocuidado del profesorado en los niveles básicos de la enseñanza, potenciando las relaciones entre los profesores y generando entre ellos redes de apoyo que demuestran ser de gran utilidad para la salud mental de nuestros educadores. Este movimiento se llama Happy Teacher Revolution y lo inició una profesora de un colegio público de Baltimore, Danna Thomas .La red comenzó como un grupo de apoyo en su colegio y se ha extendido como la pólvora por Estados Unidos. Se trata de que el profesorado comprenda que no está obligado a sacrificarse a sí mismo o a su bienestar en aras de una buena profesionalidad; deben interiorizar que trabajar en la mejora de su calidad de vida redunda beneficiosamente en su desempeño profesional, estableciendo mejores relaciones con su alumnado y entorno escolar; el objetivo último es que el profesorado elija seguir con su trabajo en las aulas por sentirse valorado, respetado y pleno en ellas.

En las reuniones y trabajos promovidos por este movimiento se dan círculos restaurativos; de reflexión sobre las experiencias laborales; o se trabajan las 12 elecciones, entre las que se cuentan cosas como «No importa cómo comenzara el curso, elijo terminarlo bien» o «elijo tener tiempo suficiente para dormir». Todo se desarrolla bajo la premisa de que este autocuidado no es egoísmo, sino supervivencia.

Para iniciar una Happy Teacher Revolution en cada centro solo es necesario tener voluntad de hacerlo y ponerse manos a la obra, recordando dos cosas imprescindibles: el bienestar del profesorado es básico para el buen funcionamiento de los Centros Educativos (por tanto, al cuidarse los profesores están trabajando en ello), y para ser un magnífico profesor no es necesario ser perfecto.

Con todo esto en mente, ¿qué tal si «aparcamos» un poco la burocracia estos últimos días de curso y trabajamos para cerrarlo no como claustros agotados, sino como comunidades de docentes algo más felices? ¡¡Manos a la obra!!

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