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En todos los centros tenemos las normas de convivencia, con un formato u otro, dependiendo de las autoridades escolares que nos toquen, siguiendo las indicaciones que estas autoridades nos han dado, que suelen ser una lista de comportamientos contrarios a las normas, su tipificación y las consecuencias (castigos) que esos comportamientos conllevan.

Por otra parte, en casi todos los centros tenemos ya planes de convivencia, y grupos de mediación escolar, entre otras cosas, para trabajar en pro de la convivencia en el centro y evitar situaciones de acoso escolar.

Algunos, además, tienen grupos (de profesores, de padres o mixtos), que abogan por la abolición de la disciplina o el uso de la llamada disciplina positiva, con mayor o menor éxito de convocatoria.

Pero por lo general no hay una coherencia interna en la organización del tema: son temas, proyectos o planteamientos paralelos, cuando deberían formar parte de un todo que ayudara a la Comunidad Educativa a generar un espacio de convivencia en el cual todos pudieran desarrollarse en un marco con referencias y límites claros y una innegable sensación real de protección.

Indudablemente, un planteamiento organizativo de la convivencia en un Centro Educativo no puede ser coherente si no parte de la realidad del mismo, y eso incluye las relaciones entre los miembros de la Comunidad Educativa, las situaciones llamadas de «violencia de baja intensidad», los problemas de conductas disruptivas en las aulas, los casos de acoso escolar, o la violencia abierta que se pueda dar en cada caso.

Puesto que cada Centro parte de una realidad diferente, y esa realidad es cambiante, el planteamiento organizativo de la convivencia tiene que partir de la realidad individual del Centro, tener en cuenta y asumir con realismo la situación que haya, y ser lo suficientemente flexible como para cambiar según ésta vaya cambiando.

Pero no podemos perder de vista, y quizá sea esa la diferencia, que en ese planteamiento, si bien quizá no se deban dejar atrás las normas punitivas del tradicional modelo reactivo de disciplina, es necesario integrar (que no añadir) los planteamientos restaurativos y, por supuesto, toda la serie de posibilidades preventivas y de disciplina positiva que se suelen incluir en planes de convivencia o mediación escolar paralelos.

Quizás asumiendo que todo ello es algo conjunto, que se debe abordar como tal, consigamos añadir una cierta coherencia interna a nuestras actuaciones, que serán más educativas de ese modo, permitiendo que el alumnado sea parte activa de su desarrollo. Y no solamente el alumnado que presenta problemas de convivencia o conductas disruptivas; el objetivo debe ser que todo el alumnado, todas las familias, todo el profesorado, participe activa y positivamente en la generación de un camino común hacia una convivencia positiva y pacífica en los Centros Escolares.

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