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La situación en la que la pandemia actual ha puesto a la Educación es un problema, pero también puede ser una gran oportunidad. El hecho de que estemos revisando qué y cómo evaluamos demuestra que algo tiene que cambiar en las evaluaciones escolares

La situación en la que la pandemia actual ha puesto a la Educación es un problema, pero también puede ser una gran oportunidad. El hecho de que estemos revisando qué y cómo evaluamos demuestra que algo tiene que cambiar en las evaluaciones escolares. Comenzamos a tener claro ya que no todos nuestros alumnos van a alcanzar los estándares marcados, ni va a ser posible de una manera efectiva acortar el salto entre quienes los alcanzan y quienes no según nuestros sistemas de evaluación. Esto conlleva que hay un grupo entre nuestro alumnado que no alcanzará dichos estándares, y por lo tanto no continuarán evolucionando dentro del sistema, ni productiva, ni social ni económicamente. Y en el fondo, al plantear este problema, da igual el contexto legislativo o el nombre que le demos a los «estándares». Lo cierto es que repensar la evaluación puede ser la herramienta más poderosa a nuestro alcance para asegurarnos una enseñanza universal para todo nuestro alumnado consiguiendo que se alcancen de manera general los estándares básicos necesarios.

Para conseguir esto debemos comenzar por hacernos los siguientes planteamientos en torno a la evaluación:

  • Equilibrar la evaluación. Debemos comenzar por ser conscientes de que las evaluaciones estandarizadas son útiles a efectos estadísticos pero no para detectar la efectividad escolar. La evaluación debe servir en todos los contextos ofreciendo la información especifica en el tiempo adecuado y de una manera inteligible. Evidentemente conseguir esto supone variaciones según los contextos, las características o los momentos. Para conseguir una evaluación equilibrada y relevante tenemos que tener en cuenta no solamente la información de las pruebas estandarizadas que se hacen una vez al año, sino también todas aquellas que se hacen en torno al día a día del aula, así como las que se hacen del proceso de enseñanza aprendizaje en la planificación escolar. Con la unión de toda esta información conseguiremos hacer de ella una herramienta de mejora muy valiosa en nuestro proceso de diseño educativo.
  • Refinar los estándares a conseguir. Llevamos tiempo evaluando en torno a unos criterios de evaluación o estándares de aprendizaje predeterminados y generalistas. No se trata de que estén mal enunciados o no sean suficientes, sino más bien de que no están lo suficientemente adecuados a nuestra realidad escolar. Son muy deseables, pero no suficientes. Debemos continuar acotándolos para acercarlos a las expectativas básicas y para añadir claridad allá donde se necesita. También es muy importante tenerlos ordenados en una progresión de aprendizaje adecuada que nos permita graduar en términos de tiempos y logros el aprendizaje. Cada estándar debería estar descompuesto en los escalones que los estudiantes deben ir alcanzando durante su aprendizaje para lograrlo. Es decir, el proceso de aprendizaje desde el inicio del logro de un estándar hasta su logro por completo debe aparecer reflejado en las evaluaciones. Sin ese reflejo es muy difícil hacer una evaluación productiva durante el aprendizaje. También es importante convertir esa progresión en algo que el alumnado pueda comprender para que desde el inicio de su aprendizaje sean perfectamente conscientes y participes de su desarrollo.
  • La calidad de la evaluación diaria en las aulas también es algo sobre lo que debemos reflexionar. Es muy importante que la evaluación diaria de clase redunde en el mejor desarrollo del proceso de enseñanza-aprendizaje que el alumno está haciendo. De hecho es su razón básica de ser. Es imprescindible para adecuar las programaciones al alumnado, incluyendo las diferencias individuales y las necesidades específicas de cada alumno en cada momento dentro de sus propios procesos de enseñanza-aprendizaje.
  • Implicar al alumnado en su propia evaluación es algo que no siempre hacemos y que puede resultar muy valioso. En realidad, todos estamos evaluando nuestro propio aprendizaje todo el tiempo. Nuestra autoimagen y nuestro autoconcepto se ven implicados en nuestra propia opinión de nuestras posibilidades de alcanzar o no un determinado logro académico, y esa percepción marca una diferencia cualitativa importante en nuestro proceso real de aprendizaje. Por tanto, implicar correctamente a nuestro alumnado en su propia evaluación supone dirigirlos hacia una percepción positiva de su propio proceso de aprendizaje que redundará en un mejor desarrollo del mismo. Así ayudar a los alumnos a construir una confianza adecuada en sus propias capacidades, en sus logros y en su proceso de aprendizaje supone una diferencia relevante en su desarrollo del mismo y eso no se puede hacer sin incluir en el proceso una evaluación que cuente con su participación activa.
  • Ofrecer un feedback adecuado a nuestro alumnado a lo largo de todo el proceso es mucho más que la habitual lista de notas. En este contexto una comunicación efectiva pasa por un feedback descriptivo que sirva de soporte a un aprendizaje equilibrado por parte del alumnado.

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Ayudando al alumnado a pensar por sí mismo

Mié Dic 2 , 2020
Cuando comenzamos a diseñar una programación educativa estamos organizando objetivos, contenidos, criterios de evaluación y, últimamente, estándares de aprendizaje. Pero si simplificamos todo eso en el fondo lo que pretendemos no es que nuestro alumnado memorice determinados conceptos, sino que desarrollen un tipo de razonamiento que les permita comprenderlo e integrarlo dentro de sus competencias.

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